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Para conocer el origen de esta creencia no hay que retroceder muchos años. En los años 70, los doctores Folkman y Brem, de la Escuela de Medicina de la Universidad John Hopkins, observaron que el cartílago de tiburón podía inhibir el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos en tejidos. Como este proceso de crecimiento de vasos sanguíneos (angiogénesis) es fundamental en el crecimiento de tumores, se consideró la posibilidad de su aplicación contra el cáncer.
Más tarde, en 1992, el Dr. William Lane publicó un libro titulado Sharks don’t get cáncer (Los
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Sin embargo, la venta del libro fue un éxito. Y el Dr. Lane creó "Lane Labs", una empresa de fabricación y venta de píldoras de cartílago de tiburón, con el nombre de "BeneFin". La empresa fue intervenida por orden judicial en 1999. Pero la bomba ya había estallado.
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- El primer y más doloroso perjuicio es que da a falsas esperanzas de curación a los enfermos de cáncer.
- La caza de tiburones está disparada, tanto para el consumo de cartílago como de aleta, y su impacto en el ecosistema marino es brutal.
- Como efectos secundarios pueden aparecer mal sabor en la boca, náusea, vómito, malestar estomacal, estreñimiento, presión arterial baja, mareos, alto nivel de azúcar en la sangre, niveles altos de calcio y fatiga.
En definitiva, si tienes la mala suerte de desarrollar un cáncer, acude a un buen oncólogo y déjate de zarandajas.